Villa miseria es el nombre con el que definen en Argentina a los grandes asentamientos de viviendas precarias. Villa 31 es una Villa miseria. No es la más grande, pero si una de las más importantes debido a su oportuna ubicación, localizada a tan sólo unos metros de las zonas más valoradas de la ciudad de Buenos Aires.
A pesar del nombre, la Villa surgió en 1932 con el nombre de ‘Villa Desocupación’. Pese a los intentos por erradicarla a lo largo de los años, la Villa ha seguido creciendo y, entre 2009 y 2013, su población aumentó de 27.000 a 40.000 habitantes. Se calcula que aproximádamente uno de cada dos habitantes de la Villa 31 es argentino, siendo la otra mitad habitantes procedentes de otros países, principalmente de Paraguay, Bolivia y Perú (Wikipedia dixit)
Los hijos de estas minorías integran el grueso del proyecto de ayuda extra escolar que Mensajeros de la Paz Argentina tiene en la Villa. Nuestro primer día allí fue desde luego para recordarlo. Las advertencias respecto a la seguridad nos mantuvieron alerta hasta el momento en el que nos recibió un miembro de la comunidad local para introducirnos en el corazón de la Villa. A partir de ahí empezamos a dejaros llevar por los estímulos del entorno. No es un decir aquello de «es otra realidad». Es realmente otra forma de vida dentro de la gran ciudad de Buenos Aires.
Dentro del aparente caos de ladrillo, argamasa, forja y chapa metálica que simula suelo urbanizado existe de algún modo una sutil organización. Es como si de improvisadas viviendas o ‘chabolas’ se hubiera pasado a un modelo «low cost» aparentemente más habitable y menos intimidatorio. La construcción de los hogares se distribuye en bloques que no superan los 4 pisos de altura. Los accesos a las plantas superiores suelen realizarse a través de escaleras exteriores forjadas en forma de caracol que en algunas casos también sirven para apuntalar el desordenado tendido eléctrico. La mayoría de calles son muy estrechas y tienen una ligera pendiente para trasladar el agua al canal que atraviesa el centro de la vía (aquí las inundaciones son frecuentes tras un fuerte chaparrón) A primera vista llama la atención la gran cantidad de comercios de particulares y de todo tipo de productos que se distribuyen entre los locales que flanquean los accesos a las viviendas. Algunos venden a través de una valla metálica para evitar robos. Las fachadas más expuestas al tránsito combinan diversos colores vivos dándole ese toque pintoresco a la villa que tanto recuerda a las favelas de Río de Janeiro. Esa imagen contrasta con la descolorida miseria que ofrecen callejones y puertas traseras. Y entre tanta confusión, pequeños parques con columpios, puntos de acceso a wifi gratuito (proporcionados por el ayuntamiento) y hasta un campo de fútbol que homenajea a Carlos Tévez, uno de los célebres ‘villeros’. Instalaciones que hacen pensar en la extraña evolución que está siguiendo este asentamiento. Frente al campo, un local con la fachada pintada de azul celeste alberga la sede del centro juvenil que lleva por nombre Padre Múgica, fundador de la parroquia del Cristo Obrero y auténtico héroe local.
El Programa Educativo que Mensajeros tiene aquí busca reforzar el aprendizaje entre niños, niñas y adolescentes que menos posibilidades tienen para disminuir el fracaso escolar y los niveles de abandono e impulsar sus oportunidades. El proyecto tiene lugar en un local social contiguo a una de las capillas que se encuentran dentro de la Villa. Hemos arrancado el proyecto al tiempo que los niños volvían a las clases (venimos del verano aquí) por lo que nuestra primera tarea consistió en evaluar el nivel de lenguaje y matemáticas de cada uno para posteriormente ubicarles en diferentes grupos. Tanto para Paula como para mí, el hecho de que nos llamen ‘profe’ nos resulta tan extraño como gratificante. Aquí somos más conscientes que nunca de lo necesario que es este trabajo y de lo valioso que resulta cada minuto que les dedicas. Cada jornada no dura más de 2 horas pero requiere toda nuestra atención y toda la energía por lo que solemos acabar alabando el desempeño de los trabajadores sociales y de los educadores, que ocupan jornadas enteras. Los chic@s son tremendamente agradecidos y no se despiden sin darle un beso a Paula. Conmigo ya se van soltando más pero no puedo competir contra el ‘charme’ que ella lleva de serie. Antes de marcharse a sus casas tampoco olvidan preguntar si vamos a volver el próximo día. La respuesta es «Sí, volvemos el próximo día». Y así será durante unas semanas más. Pero a mediados de abril seguiremos viaje hacia Chile y ya empieza a escocer la idea de tener que despedirse de ellos.
Peazo de post, Antonio!! Os ven Pedro y Quique por instagram.
Fuerte abrazo!!
Nacho
¡Qué envidia me dais! Es precioso lo que estáis haciendo. Muchos besos.