Habíamos oído hablar mucho de las playas de la costa norte del país desde que llegamos a Huanchaco. También sobre algunos de los yacimientos arqueológicos más importantes del país como es el caso de El Brujo y su Dama de Cao o las Tumbas Reales de Sipán. Decidimos reservarnos algunos de estos destinos para organizar un viaje de 2 semanas cuando nos visitaran mi hermano Alex y Sara. El recorrido nos llevaría hasta Ecuador (ellos volvieron a Madrid desde Guayaquil) pero en este post sólo voy a cubrir la aventura norperuana.
Antes de arrancar la ruta hacia el norte, disfrutamos unos días en Lima también con mi hermano Manu y su esposa Gema. Dormimos todos bajo el mismo techo gracias a que Mariano y Sabrina (grandes!) nos cedieron su apartamento de Surco y la verdad es que eso marcó la diferencia. A los piscos caseros, comidas de chef Paula y juegos de cartas también le sumamos visitas al centro de la ciudad, a ruinas como la Huaca Pucllana (de la cultura Lima), paseos por Miraflores, comidas por Barranco e incluso una sesión grupal de surf. Le sacamos buen provecho a esos días juntos – se les echaba mucho de menos.
Manu y Gema volvieron desde Lima y pusimos rumbo a Huanchaco con Alex y Sara para que conocieran nuestra base de operaciones. Llegamos tras hacer noche en bus, con el día nublado, plaga de saltamontes y el hostal elegido estaba regulan. Para colmo Alex rompió el invento (cordaje de su tabla de surf) y pasamos un mal rato con el pájaro de la tienda de alquiler. Pero la sesión de olas mañanera hasta ese momento estuvo muy divertida y a mediodía salió el sol y pudieron ver Huanchaco con otros ojos (el ceviche del restaurante El Caribe y el sushi de Umi también contribuyeron, como prueba la cara de Alex contemplando el Ceviche) Al día siguiente nos llevamos el primer chasco al llegar a Puerto Malabrigo, también conocido como Puerto Chicama y por ser la sede de la ola izquierda más larga del mundo. Y también la más bajita a juzgar por el tamaño que presentaba el día que llegamos. No tardamos en tomar la decisión de seguir camino hacia Chiclayo para pasar noche y ver al día siguiente el Museo de las Tumbas Reales de Sipán en el pueblo vecino de Lambayeque. El descubrimiento de la tumba de un antiguo gobernante de la cultura Mochica y sus reliquias son de tal valor que se le conoce como el Tutankamon de las Américas. Un incidente en los alrededores del pueblo de Sipán relacionado con ‘huaqueros’ – profanadores de Huacas o ladrones de tumbas- dio pie al descubrimiento de este sitio arqueológico en 1987. El museo, construido en Lambayeque, realiza un recorrido por los hallazgos siguiendo el mismo orden que encontraron los investigadores en cada nivel de la tumba. Las asombrosas piezas de oro y plata que se encontraron en la tumba y la iniciativa de presentarlas de esta peculiar manera lo convierten en una de las mejores visitas culturales que hemos realizado desde que arrancamos el viaje.
Volvimos a Chiclayo – que al igual que Lambayeque tiene poco atractivo como ciudad salvo su enorme y variado mercado- para pasar un eterno día de buses que nos llevó hasta Piura, donde comimos de lujo y recorrimos su discreto centro en moto taxi. Nuestro destino final era la localidad costera de Lobitos, famosa también por sus olas y su ambiente relajado. Aquí por fin disfrutamos de un día de sol y playa como dios manda, aunque las olas – pequeñas- se hicieron esperar hasta última hora de la tarde. Lo mejor fueron las vistas a la playa desde el hostal en el que nos alojamos y su pedazo de desayuno.
La siguiente parada, Máncora, estaba a tan sólo una hora en coche de Lobitos. De todos los sitios que visitamos este era sin duda el que más nombre tiene fuera dentro y fuera de Perú. Es una especie de oasis de ocio en medio de la costa desértica que ha ido desarrollándose hasta convertirse en el típico destino de veraneo con su saturación de alojamientos, discoteca y tiendas playeras. Nos adaptamos al entorno fácilmente: comimos en el chiringuito playero, renovamos bañadores, le dimos al pisco y cenamos en un mexicano-peruano del que siempre recordaré sus fajitas de lomo saltado. Dormimos en una especie de cabañas tropicales muy acogedoras que nos sirvieron para cargar pilas antes de hacer noche en el bus que nos trasladaría a Guayaquil previo paso nocturno por el control fronterizo.
Interesante. Me ha encantado, muchas gracias.
¡Gracias por el artículo! Me lo guardo a preferidos para tenerlo presente en un futuro.